Somos un colectivo fundado en 2019 por las artistas peruanas Micaela Aljovín y Nani Cárdenas, con el fin de crear comunidad y apoyar proyectos de responsabilidad social.
Concebimos el andamio como símbolo de lo constructivo, lúdico y plástico. Así, a partir de los conceptos de memoria e identidad, desarrollamos obra –de manera conjunta– a través de la investigación, exploración y experimentación con materiales industriales, de descarte y de uso cotidiano.
Contamos con un espacio autogestionado en el que conviven el taller y el espacio expositivo. Siendo éste un ambiente que invita al intercambio de ideas y a la colaboración interdisciplinaria, hemos iniciado en junio de 2020 un programa de residencia para artistas.
MICAELA ALJOVÍN
(Lima, 1969)
Estudió Artes en la Escuela Superior de Artes Visuales Corriente Alterna y se graduó con Medalla de Plata. Su obra evoca a la historia social peruana a través del ejercicio de memoria, que aborda lo cotidiano, lo doméstico, la educación y la concepción de la Nación como construcción. Por ello, muchas de sus propuestas son instalaciones compuestas por piezas fraccionadas que aluden a la posibilidad de integración y construcción de un todo con sus partes. La elección de los materiales responde al proceso de búsqueda y experimentación de Aljovín, así el metal y el adobe adquieren una dimensión simbólica al ser transformados. Asimismo, su obra responde a un especial interés en los procesos artísticos de carácter relacional.
NANI CÁRDENAS
(Lima, 1969)
Escultora egresada de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en donde se graduó con el Primer puesto de su promoción y el premio de la crítica (1993). Su obra gira en torno al cuerpo y al territorio, y está conformada por dibujos aéreos, retratos bordados o escultóricos, instalaciones y proyectos colaborativos que van encontrando sus propios medios materiales y expresivos en cada proyecto. Los últimos años ha buscado incluir materiales desechados por la industria y metales como cobre, bronce, níquel y acero inoxidable. El tejido no sólo es una constante en su trabajo, sino que –a partir de líneas vinculadas al dibujo– le ha permitido enhebrar una poética propia que explora infinitas variables asociadas al lenguaje.
ANDAMIO
Somos un colectivo fundado en 2019 por las artistas peruanas Micaela Aljovín y Nani Cárdenas, con el fin de crear comunidad y apoyar proyectos de responsabilidad social.
Concebimos el andamio como símbolo de lo constructivo, lúdico y plástico. Así, a partir de los conceptos de memoria e identidad, desarrollamos obra –de manera conjunta– a través de la investigación, exploración y experimentación con materiales industriales, de descarte y de uso cotidiano.
Contamos con un espacio autogestionado en el que conviven el taller y el espacio expositivo. Siendo éste un ambiente que invita al intercambio de ideas y a la colaboración interdisciplinaria, hemos iniciado en junio de 2020 un programa de residencia para artistas.
(Lima, 1969)
Estudió Artes en la Escuela Superior de Artes Visuales Corriente Alterna y se graduó con Medalla de Plata. Su obra evoca a la historia social peruana a través del ejercicio de memoria, que aborda lo
cotidiano, lo doméstico, la educación y la concepción de la Nación como construcción. Por ello, muchas de sus propuestas son instalaciones compuestas por piezas fraccionadas que aluden a la división social, a la vez que a la
posibilidad de integración y construcción de un todo con sus partes. La elección de los materiales responde al proceso de búsqueda y experimentación de Aljovín, así el metal y el adobe adquieren una dimensión simbólica al
ser transformados. Asimismo, su obra responde a un especial interés en los procesos artísticos de carácter relacional.
(Lima, 1969)
Escultora egresada de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en donde se graduó con el Primer puesto de su promoción y el premio de la crítica (1993). Su obra gira en torno al cuerpo y al territorio, y
está conformada por dibujos aéreos, retratos bordados o escultóricos, instalaciones y proyectos colaborativos que van encontrando sus propios medios materiales y expresivos en cada proyecto. Los últimos años ha buscado
incluir materiales desechados por la industria y metales como cobre, bronce, níquel y acero inoxidable. El tejido no sólo es una constante en su trabajo, sino que –a partir de líneas vinculadas al dibujo– le ha permitido
enhebrar una poética propia que explora infinitas variables asociadas a lenguaje.
28.4-26.6.2021
Formas de habitar, la muestra bipersonal de las artistas Nani Cárdenas y Micaela Aljovín, abre una serie de reflexiones en torno a la memoria, la identidad, los espacios ocupados, las estructuras que nos sostienen, así como la posibilidad de construir un proyecto en común; sea una casa, sea un país.
Nani Cárdenas
Nani presenta una variedad de capas de piel que —a manera de símbolos— se tornan excusas para iniciar una diatriba de las necesidades, los miedos, el vacío y la posibilidad. La artista se vale de la pintura y la escultura para tejer piezas que emulan portales que remiten a la casa. En este juego de la representación establece una serie de códigos dados por formas y colores con los cuales sugiere al visitante reconocer puertas, ventanas y cuerpos, que penden flotantes en el espacio de la galería. El tejido —como piel— expone zonas donde los materiales se contraen y se distienden, permitiendo que la luz atraviese los espacios porosos. Así, las sombras de los cuerpos escultóricos dispuestos en series se proyectan en el espacio expositivo recordando que se es luz y oscuridad.
Micaela Aljovín
Entablando diálogo con la reproducción, Micaela Aljovín presenta una pieza matriz —en forma de andamio— que será la base para la construcción de un discurso que revela la fragilidad y pone en crisis lo aparentemente sólido. En una puesta en escena que rememora los módulos con que se jugaba en la infancia, cinco columnas dispuestas simétricamente en el espacio expositivo simulan emerger desde el suelo atravesando el techo. Sin perder su carácter lúdico, se vale de un módulo —que no es otro que la reproducción de la pieza matriz a escala menor— para registrar la proyección de su sombra en movimiento. El resultado es una serie de 30 serigrafías que resaltan la imposibilidad de construir desde la individualidad; a la vez que invitan al visitante a construir una posibilidad.
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FORMAS DE HABITAR
Nani Cárdenas | Micaela Aljovín
La casa deja de ser un concepto. Hay que habitarla de la manera que sea posible, conviviendo las 24 horas del día con todos los seres que esta aloja. Si no existe hay que construirla —aunque sea precariamente— para poder sobrevivir. Las labores se suspenden días, semanas, meses. El miedo paraliza. Se inventan rituales con el propósito de continuar. Hay quienes se obligan a adquirir nuevas prácticas y rutinas. Algunas personas aprenden a hacer pan, otras —con suerte— a comer una vez al día. La cuarentena es obligatoria para todos, pero no todos tienen las mismas obligaciones. La desigualdad es protagonista de esta pandemia.
Cuando en febrero del 2020 Nani Cárdenas y Micaela Aljovín me invitaron a curar la muestra bipersonal de Andamio, ambas estaban deseosas por abordar el concepto ‘casa’. Nadie imaginó que un mes después la OMS declararía la pandemia por el covid-19 y el Perú se declararía en estado de emergencia nacional y aislamiento social obligatorio. La incertidumbre se alojó en todos los rincones. Los intereses de las artistas mutaron de acuerdo a las necesidades y pulsiones que surgieron en el encierro, en el reencuentro tanto con el espacio como consigo mismas. Había más preguntas que respuestas, las sigue habiendo. Formas de habitar es el resultado del ejercicio de diálogo e intercambio que durante meses nos propusimos realizar con el objetivo de responder algunas de las tantas preguntas que surgieron en el camino. Las posibles respuestas cobraron materialidad en manos de las artistas.
Nani Cárdenas presenta una variedad de capas de piel que —a manera de símbolos— se tornan excusas para iniciar una diatriba de las necesidades, los miedos, el vacío y la posibilidad. La artista se vale de la pintura y la escultura para tejer piezas que emulan portales que remiten a la casa. En este juego de la representación establece una serie de códigos dados por formas y colores con los cuales sugiere al visitante reconocer puertas, ventanas y cuerpos, que penden flotantes en el espacio de la galería.
La reproducción en serie de estos elementos evoca una vuelta al origen —aunque el original sea inexistente— en el afán de (re)encontrarse con lo primitivo que anida dentro de uno mismo y que se proyecta en el afuera. Cárdenas los denominará: “Puertas”, “Ventanas” y “Yesos”. El resultado será un despliegue de puertas encendidas que se abren y se cierran; ventanas oscuras que se proyectan al infinito; y cuerpos en movimiento. Siendo el yeso uno de los materiales primarios para la escultura —en tanto remite a la antigüedad— y con el cual se crea moldes o piezas a través de la técnica del vaciado, no es casual que la artista dote con este nombre a lo que concibe como cuerpo. Así, expone tres piezas tejidas en las que la rafia blanca forma una trama con la urdimbre compuesta por hilos de cobre y bronce, y en las que la rafia negra se inmiscuye —a manera de subtextos, hasta ocupar ciertas zonas que, incluso, podrían insinuar la forma humana—.
A través del tejido con rafia, cobre y bronce, Nani Cárdenas procura sumergir al espectador en la intensidad del color (rojo, negro y blanco) y en el trazo primigenio que se anuda en el afán de ser cuerpo, masa, profundidad. El tejido —como piel— expone zonas donde los materiales se contraen y se distienden, permitiendo que la luz atraviese los espacios porosos. Así, las sombras de los cuerpos escultóricos dispuestos en series se proyectan en el espacio expositivo recordando que se es luz y oscuridad.
Entablando diálogo con la reproducción, Micaela Aljovín presenta una pieza matriz —en forma de andamio— que será la base para la construcción de un discurso que revela la fragilidad y pone en crisis lo aparentemente sólido. En una puesta en escena que rememora los módulos con que se jugaba en la infancia, cinco columnas dispuestas simétricamente en el espacio expositivo simulan emerger desde el suelo atravesando el techo. Su apariencia genera la ilusión óptica de ser estructuras seguras y resistentes, que soportan tanto la galería como el edificio que se erige por encima de esta. Sin embargo, el volumen, consistencia y flexibilidad del material que compone cada una de las piezas que se engastan para levantar las columnas evidencia su fragilidad, exponiendo el artificio y la posibilidad de fractura.
Contemplando estas probables fisuras, Aljovín se propone estudiar el objeto desde todos sus ángulos en búsqueda de certezas. Sin perder su carácter lúdico, se vale de un módulo —que no es otro que la reproducción de la pieza matriz a escala menor— para registrar la proyección de su sombra en movimiento. El resultado es una serie de 30 serigrafías que exponen, por un lado, la imposibilidad de construir una estructura superior desde el individualismo; y por otro, cómo un movimiento —por más simple que parezca— puede cambiar la perspectiva tanto del objeto como de quien lo observa. Por ello, la disposición lineal de la serie serigráfica en la pared demanda, a su vez, el desplazamiento del espectador como metáfora de la construcción del espacio.
Finalmente, la artista dispone una mesa donde presenta 18 módulos para ser manipulados por el público, con el único fin de que el juego les permita imaginar y construir diversas formas. Así, “Columnas”, “Módulos” y “Sombras” configuran un manifiesto, a través del cual Micaela Aljovín cuestiona no solo las estructuras heredadas, aprendidas, adquiridas y/o impuestas a lo largo de los años, sino las posibilidades de generar vínculos.
La repetición constante en ambas propuestas conduce a pensar en el simulacro, como una necesidad de reafirmar el cuerpo-obra-de-arte que habita el espacio expositivo: esto es un cuerpo y ocupa un lugar en el espacio. A su vez, el simulacro conduce a pensar en lo símil, dado que los objetos expuestos aparentan ser algo que no necesariamente son, pero que por sus formas se vuelven reconocibles ante la mirada del espectador. Así, el mecanismo de simulación termina por configurar el punto de encuentro de las propuestas de Nani Cárdenas y Micaela Aljovín. Mientras una reproduce portales que remiten a la casa —en el intento de construir memoria e identidad—, la otra reproduce piezas en serie que evidencian las dificultades que enfrenta la sociedad para construir un proyecto colectivo dada la fragilidad de las estructuras que la sostienen.
Formas de habitar abre una serie de reflexiones en torno a la memoria, la identidad, los espacios ocupados, las estructuras que nos sostienen, así como la posibilidad de construir un proyecto en común; sea una casa, sea un país. De esta manera, acerca dos miradas contrapuestas y complementarias que sugieren ver a través de, intuir entre sombras preguntas o respuestas, acaso un camino, un nuevo espacio o formas de habitar.
Luisa Fernanda Lindo – Curadora
Abril, 2021
12.-18.4.2019
¿Es el Perú una sociedad integrada? ¿Podemos construir un proyecto conjunto de país? ¿Somos capaces realmente de ponernos en el lugar del otro? A través tanto de piezas colectivas como individuales, Nani Cárdenas y Micaela Aljovín reflexionan sobre estos temas como parte de su proyecto Andamio.
Las obras colectivas han sido elaboradas en rafia, material usado en objetos prácticos como redes, sacos y bolsas que, sin embargo, en este conjunto adquiere una belleza particular. Las piezas remiten además a una práctica ancestral en el Perú, la del textil -en efecto, ellas se asemejan a un gran manto emplumado o a un tejido de punto. Pero, además, el tejido hace referencia a la idea de construcción, el ir añadiendo y entrelazando fibras, como un cuerpo social que se une para alcanzar un objetivo. La técnica refuerza la idea detrás de las piezas mismas: son objetos que refieren a conceptos como construcción, unión y soporte.
En conjunto, las obras refieren a la posibilidad de un país que, si bien todavía está fragmentado y presenta una serie de problemas, también ha logrado construir y crear aun en condiciones precarias. Más aún, las obras invitan al espectador a reflexionar sobre los vínculos y valores que construimos a fin de contribuir con un Perú integrado, tal como aparece en la cartografía.
Gabriela Germaná
Historiadora del Arte y Curadora
Exposición colectiva, Perú-Camino al Bicentenario, III Tarea : Ponte la Camiseta.
Colegio León Pinelo
Muestra colectiva convocada por el artista Rhony Alhalel para apoyar a la escuela 4010 del Callao.
El taller Andamio es un espacio para dialogar y compartir procesos.
Contamos con un espacio expositivo y de creación de obra tanto individual como colectiva.
EXPLORACIÓN TEXTIL 2023 / ÁNIMAS / DANIELLA PAZ
Elástico, tela y trama.
Relatos de persistencia, ritmo y color.
La idea de lo inconcluso que, según cómo se mire,
tal vez no lo sea.
Porque al dejar hilos sueltos y espacios vacíos,
se abren puertas a otras historias y ritmos,
y deja libertad para soñar y proyectar.
Infinito andar.
RESIDENCIA 2020
Simbiosis presenta el proceso de reflexión, experimentación y creación desarrollado por la artista Alejandra Ortiz de Zevallos durante sus dos meses de residencia artística en Andamio, la plataforma de arte fundada por las artistas peruanas Micaela Aljovín y Nani Cárdenas.
Este proceso, realizado en plena emergencia sanitaria por la pandemia generada por el covid-19, expone la reflexión de la artista acerca de su propia condición de ser fluido y de volverse una con la naturaleza a través de la acción de tejer, que contrarresta el tapar. Así, los bocetos y piezas resultantes se presentan a manera de diálogos que la artista establece con una experiencia anterior –de trabajo vivencial y en comunidad– y con el material rescatado de las aguas subterráneas del río Surco, invisible a los ojos de quienes transitan la fragmentada ciudad de cemento que se empecina en negar su propia naturaleza.
Luisa Fernanda Lindo
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www.elcomercio.pe/luces/arte/el-rio-profundo-noticia/
www.alejandraodzr.com/simbiosis-2020
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ALEJANDRA ORTIZ DE ZEVALLOS
SIMBIOSIS
La simbiosis proviene del griego symbíõsis (vida en común) y refiere al proceso natural que se da por la asociación de organismos o especies diferentes. Aunque existen cinco tipos de simbiosis, no todos resultan provechosos para ambas partes; por ello, el más fructífero es el mutualismo, aquel en el que ambas partes se benefician recíprocamente en su desarrollo vital. Asimismo, la palabra alude a la relación de ayuda o apoyo mutuo que se genera entre dos personas o entidades cuando realizan algo en común.
Simbiosis presenta el proceso de reflexión, experimentación y creación desarrollado por la artista Alejandra Ortiz de Zevallos durante sus dos meses de residencia artística en Andamio, la plataforma de arte fundada por las artistas peruanas Micaela Aljovín y Nani Cárdenas.
Este proceso forma parte de Surcosonante proyecto que Ortiz de Zevallos llevó a cabo junto al artista audiovisual Josué Arispe entre mayo y septiembre del 2019.
Surcosonante consistió en recorrer los 29 km del río Surco, desde su cauce en el río Rímac (Ate) hasta su desembocadura en la playa La Chira (Chorrillos), con el propósito de realizar un registro visual y sonoro para revelar la condición vital del canal. Buscaban rescatar un río que recorre parte de la ciudad, como las venas que pasan por debajo de la piel, pero que ha sido reducido y olvidado. Así, ambos artistas proyectaron la escucha como una manera de acercarse sensorialmente a los flujos del canal de Surco para explorar nuevos modos de habitar y relacionarse con el territorio y con los cuerpos de agua que se hallan ocultos bajo el cemento. Para complementar esta experiencia idearon un trabajo colaborativo, a manera de tejido comunitario –a través de talleres y entrevistas– a dos grupos de vecinos ubicados en los extremos del canal: el AAHH Víctor Raúl (Chorrillos) y el parque Amaru Yupanqui (Santa Anita). El resultado fue la animación El viaje de Esperanza y el documental Surcosonante, el cual expone las percepciones y memorias colectivas de los miembros de ambos barrios alrededor del agua del río Surco.
A partir de esta experiencia del tejido comunitario, durante la residencia realizada en plena emergencia sanitaria por la pandemia generada por el covid-19, Alejandra Ortiz de Zevallos explora las posibilidades que le brinda la acción de tejer, que será predominante en este proceso: desde el tejido realizado con las hojas de carrizo, hasta el registro fotográfico de su propia piel cuya textura expone sostenida sobre un ladrillo. De esta manera, reflexiona en torno a esta acción como contraria al ocultamiento o la censura que se da por la acción de tapar.
Para este proceso dispone una serie de elementos rescatados del canal de Surco para analizarlos, acaso auscultarlos, y establecer con ellos un nuevo vínculo que le permita generar un relato otro: un tallo de carrizo, hojas secas de carrizo, plantas y flores secas cosechadas a orillas del río, imágenes visuales y sonoras, así como anotaciones y una bitácora –que bien podría ser un libro objeto– en el que la artista recurre al dibujo y al texto para relatar sus descubrimientos diarios. Además de los elementos naturales, la exploración parte del dibujo y la experimentación con materiales que emulan el agua como las transparencias del plástico, con los cuales la artista va jugando, fotografiando, escaneando, construyendo nuevas cartografías que la van direccionando hacia su propia piel. Así, el viaje exterior que proponía un paisaje sonoro de la ciudad se vuelca un viaje interior que transita dentro del propio ser y que exige bajar la mirada para reconocer el territorio que se está transitando.
Asimismo, Ortiz de Zevallos presenta el trabajo en proceso de una pieza escultórica confeccionada a partir de la técnica del tejido realizado con las hojas secas del carrizo sustraídas del Parque de La Cruz Surcana. Desprovista de una forma preconcebida, la artista se vale de la técnica de tejido de la soga, aprendida con las artesanas de la comunidad de Moray en el Cusco, con quienes desarrolló un trabajo colaborativo en febrero del 2020, para construir un cuerpo orgánico que se presenta como un tejido/nido que puede mutar su forma pero que, también, podría emular a un órgano vital.
Finalmente, se proyecta un vídeo en el que se entreteje un paisaje que se va descubriendo a partir de la repetición de la trama. Las imágenes no son otras que los flujos extraídos del canal, los cuales la artista trabaja para que se reconozcan como un tejido vivo que podría percibirse como perenne, pero que exige acercarse para ser reconocido. Así, a través del sonido subterráneo del agua, Ortiz de Zevallos propone el reconocimiento del ser en este fluir de los cuerpos de agua que va ocupando el espacio expositivo, como un ruido blanco que no necesariamente es percibido de manera consciente.
Si la experiencia anterior plasmaba un cuerpo de trabajo vivencial y en comunidad, donde la acción de escuchar se proponía como contraposición a tapar y olvidar, con el objetivo de reconocer y redescubrir la condición vital del río; esta segunda parte del proceso, que corresponde a la residencia realizada en Andamio, expone la reflexión de la artista acerca de su propia condición de ser fluido y de volverse una con la naturaleza a través de la acción de tejer, que contrarresta el tapar. Así, los bocetos y piezas resultantes se presentan a manera de diálogos que la artista establece con esa experiencia anterior y con el material rescatado de las aguas subterráneas del río Surco, invisible a los ojos de quienes transitan la fragmentada ciudad de cemento que se empecina en negar su propia naturaleza.
Luisa Fernanda Lindo – Curadora
Agosto 2020
RESIDENCIA 2023-2024
CHILCA/DIANA LOSTAUNAU
Diana Lostaunau García. Lima, 1988.
Arquitecta egresada de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Ricardo Palma. Artista de vocación.
CHILCA es el resultado de un proceso analítico y sensorial durante su residencia Andamio de noviembre 2023 a marzo 2024.
"Regreso a Chilca siempre. Si bien ahora se percibe como un museo de sitio, siempre lo sentí así, incluso cuando era un espacio habitado y familiar. Encuentro belleza en eso que está incompleto. El deseo de construir la ausencia." Diana Lostaunau García
¿Cuáles son esos objetos que Diana mira? Una hamaca, algas en una piscina abandonada, una pieza de motor en desuso, troncos negros, entre otros. Luego los transforma, creando luz desde lo quemado, reflejos desde la hamaca; y una nueva vida vegetal desde el encofrado de aquel motor en desuso.
Se presenta aquí una obra madura y reflexiva que, a partir de elementos sutiles, recrea un lugar al que siempre ha de volver.
Ella se vuelve una con el paisaje, donde CHILCA podría llevarse y ser en cualquier lugar.
Micaela Aljovín / Nani Cárdenas
Lima, 2024
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NUEVA CONVOCATORIA RESIDENCIA ANDAMIO 2025
El colectivo Andamio está particularmente interesado en proyectos de arte multidisciplinario, poniendo énfasis en arte textil, investigación y exploración de materiales, así como en temas que incluyan memoria, identidad y territorio.
Requisitos:
Enviar la documentación en un sólo archivo en pdf, cuyo peso no debe ser mayor a 5 MB, al siguiente correo: andamio.colectivo@gmail.com
La documentación será aceptada hasta el 15 de diciembre de 2024, a las 10:00 p.m.
El nombre del residente 2025 será publicado tanto en la web como en las redes de Andamio el 15 de enero de 2025.